sábado, 16 de octubre de 2010

Florecer en otoño

Cuando, por fin, se atrevió a mirarse en el espejo poco le sorprendió lo que escupía ese trozo de cristal; una tierra oscura, hojas secas y troncos con muerte por savia. Resultado de su vida mezquina y mediocre.  Hedor a pasado rancio. Otoño permanente.
El 23 de septiembre un dolor en el pecho le despertó, la falta de oxigeno que provocaba su acelerada respiración ya era tan agobiante que la luz de la habitación parecía desvanecerse. El suelo estaba helado y el sudor de las plantas de los pies  arañaba su espalda con las uñas del escalofrío. La mano al pecho, un bulto, el corazón se para... silencio.
La tos devuelve la vida y el espejo vomita su realidad... un brote.
Del alma inerte del mezquino nace la esperanza del nuevo bosque. Apenas del tamaño de una uña, la vida incipiente del joven sauce recuerda a la hierba recien cortada una mañana fría en la que el rocío limpió sus pies descalzos.
Momento idóneo para solicitar absolución. 
Perdón por el éxito, los fracasos, las intenciones (las buenas y las malas) y el sueño... y perdón por el futuro, la angustia venidera, el hastío, el enfado y el error...
el error de pensar que en la tierra que alberga sus raices aún reside su pasado...vivo...
el bosque crece lento en otoño.